Mientras duerme la razón
por Ticio Escobar
Esta muestra de pinturas de Silvana Nuovo se compone básicamente de obras actuales,
pero incluye también otras anteriores buscando crear un diagrama que articule
situaciones distintas marcadas por la idea del sueño. En español, la palabra “sueño”
tiene diferentes sentidos: se refiere al acto o a las ganas de dormir, así como al de
movilizar fantasías, espectros e imágenes mientras se duerme; pero también designa las
expectativas o, incluso, las utopías que señalan un ideal o una promesa: se aspira a un
sueño y se lo cumple, a veces. Silvana maneja en sus obras estas tres acepciones,
trenzándolas. Toda trenza de sentidos genera otros: en el ámbito del arte, la idea de
“sueño” remite a la condición onírica que abre el ámbito de la representación a la
trastienda oscura del inconsciente y sus poderosas e inexplicables razones. El sueño
también es aparición infausta, pesadilla que no permite descansar el cuerpo ni retoñar el
ánimo. Y, en el fondo de todas las culturas, es cifra de adivinaciones, anuncios y
augures.
La figura de una persona que está durmiendo, y que muy probablemente esté soñando,
resulta paradójica: se encuentra pasando por una experiencia conocida por todos y
cruzando un dintel radical hacia una dimensión por todos inexplicable: no puede saberse
en qué sitio se encuentra ahora. Posiblemente, al despertar, el/la durmiente no tenga
conciencia de lo que soñó, o no la tenga entera: una parte de lo soñado queda siempre en
el otro lado, en la orilla nocturna. Por eso, al regresar en sí, vuelve mínimamente
diferente: trae un secreto que no puede descifrar, ha cruzado sin advertirlo el dintel del
otro día; se encuentra alumbrado por nuevas luces y provisto, por un instante, del aura
lánguida que provee la extrañeza.
Para acercarse a la figura, brevemente auratizada, que duerme, Silvana Nuovo apela a su
buen oficio pictórico y regula el uso de los enfoques, persiguiendo las posibles escenas
donde transcurre el sueño: aquellas en la que se representa la verdad de la dimensión
real o aquellas otras en las que acontece la espectral verdad de lo aparecido en sueños.
Es posible que entre unas y otras existan pasajes más intensos que los percibidos; el arte
intenta seguir el camino de lo indecidible buscando las oscilaciones entre niveles
diferentes. Al fin y al cabo, no otro es el cometido de la imagen, tributaria tanto de la
realidad como de la ficción y el desvarío.
La artista parte de distintas situaciones posibles, o imposibles (detrás del muro del
sueño, la posibilidad sigue códigos propios). Los diferentes motivos que aparecen en
uno u otro cuadro podrían referirse a una descripción verista o estar movidos por los
dispositivos ilusorios del sueño. Un niño durmiendo en un flotador con forma de
dragón, minuciosamente pintado, ¿representa al niño o su pesadilla/ilusión encarnada en
la forma de su casual lecho? El discurso del arte incita a pensar que representa a ambos,
por separado o simultáneamente. Es muy probable que así sea, pues la artista parte de
situaciones familiares, y ya se sabe que la intimidad cotidiana es la base de lo que Freud
llama lo Unheimliche, lo que parte de la escena hogareña para sugerir una extrañeza
inquietante: la parte oculta de esa escena.
La artista se acerca al proscenio de esa escena y mantiene la ambigüedad entre la lógica
surreal, por un lado y, por otro, la del realismo mágico o la mera sugerencia de los
aspectos ficcionales, fantásticos, propios del régimen de la representación. Para
mantener esa vacilación, se ubica en la zona aletargada que rodea el sueño, allí donde, a
medias restituida, la consciencia arrastra residuos de la memoria nocturna. El sopor
mantiene imágenes que duran instantes antes de ser disueltas por la luz diurna o la
percepción recién despierta.
Esta mujer que duerme en un salvavidas en forma de sandía (en la orilla lejana, una fila
de flamencos); ese niño dormido con su perro en un sofá que boya en el río, aquel que
yace en una gran cama sobre el trasfondo de una selva tropical iluminada o el que
duerme custodiado por un tuyuyú, un ave zancuda salida de su propio sueño: tales
representaciones, así como otras que integran la muestra, se detienen en la puerta de la
alucinación surrealista, o se ubican a medio camino entre el adentro y el afuera de ella:
(2) al arte no persigue tanto la verdad como la verosimilitud o, incluso, la pura
posibilidad, recuerda Aristóteles. Esas imágenes difícilmente podrían ser consideradas
veristas, pero sí viables: mantienen su factibilidad, en teoría al menos. Silvana Nuovo
opera en esa franja propositivamente ambigua.
Por eso, todas las escenas pueden ser interpretadas como parte o efecto del sueño. Pero
también pueden corresponder a un movimiento que, al acercarse a la figura dormida,
registra las circunstancias exteriores, reales, en clave de ilusión o fantasía onírica; como
si el exterior circundante estuviera impregnado de la radiación de irrealidad que generan
los personajes dormidos. Es que ese exterior está condicionado por la privacidad del
hogar o la preocupación por el medioambiente o, incluso, por el vínculo del ser humano
con el entorno natural del que forma parte. El sueño es un canal de comunicación entre
el humano y su contexto viviente; es cultural y biológico, teatro fantasmal movido por
la contracara de la razón y tregua del cuerpo que requiere reposo.
El video que acompaña la muestra se llama, justamente, Mujer perra recordando el
vínculo con la mascota perdida y trayendo a colación un tema intrigante: al dormir, de
modo aproximado, entre 12 y 14 horas diarias, los perros no solo descansan físicamente;
está comprobado que sueñan. Pero, ¿qué sueñan? ¿cómo? ¿de qué manera aparecen las
imágenes soñadas, las representaciones que procesan sus experiencias diarias? No
podemos dejar de hacer estas preguntas sino desde una perspectiva antropocéntrica,
pero si ya el sueño humano es un misterio, el canino lo es aún más. Es raro representar,
como lo hace Silvana, un perro, una perra, dormidos, vencidos por el revés de la vigilia,
sumergidos en un espacio doblemente inaccesible.
Sí. Tal vez el sueño de todos los vivientes se encuentre pleno de indicios callados; de
recuerdos y vacíos, de temores y promesas. En su libro La casa de las bellas
durmientes, Yasunari Kawabata se detiene a contemplar a personas que habían sido
amadas y que ahora duermen en el olvido. Y concibe el sueño como un ámbito irreal
destinado a “la búsqueda de la desaparecida felicidad de estar vivo”. Quizá esa apuesta
a la vida justifique que perdamos la razón durante un tercio del enigmático tiempo que
vivimos.
Ticio Escobar, abril 2023.