La capacidad de apreciar la belleza en todas las cosas es una forma de conectarnos con una ínfima porción de absoluto. Es desarrollar una aceptación total de la realidad y en esa aceptación hay una entrega: como cuando nos dejamos llevar por los brazos de la noche al territorio misterioso de los sueños y el vacío.

La belleza es como la luz que busca perpetuarse, se expande indistintamente sobre los cuerpos, sin juicio de valor: no hay bueno ni malo, atractivo o repulsivo. La luz muestra, revela y esconde. En las sombras duerme todo lo indescifrable, lo secreto. La noche es impenetrable misterio que habita el día.

Se me antoja que la noche es sólo un regreso a ése lugar perfecto en donde no hay soledad, no hay calor ni frío, y a lo lejos escuchamos el latir incesante de la vida. No hay yo, no hay otro. Ese lugar en donde el cuerpo no es cuerpo, sólo una turbación en el espacio, antes de salir al mundo ilusorio de sombras en donde la luz abraza intermitentemente los cuerpos y la belleza estéril de las flores puede sólo apaciguar la noche.

Silvana Nuovo, Asunción 2019, serie realizada en homenaje a mi madre que tanto amaba las flores. 

He de viajar así.

Dejar caer mi cuerpo en los pliegos de una noche.

Y en la hora más profunda

tu reflejo delicado vendrá a encontrarme.

Con antiguos crisantemos

vendrá a salvarme.

Tu mano atraviesa todo el espectro de mis sombras

y tu susurro sigue flotando,

sosteniendo una huella fugaz

refractada, casi ausente.

Mi mano intenta volver a tu vientre

diluyendo lo que allí habita

y baila entre luz y sombra,

dibujando la imposible belleza de la que me escribías.

Esa belleza, que la luz revela y esconde:

¿a dónde va en la oscuridad de la noche?

¿abrazaré su secreto al llegar el día?

Sonia Esquivel, Bariloche, Argentina, 2019